3.4.12

Santiago de Compostela

La víspera estaban las calles y las terrazas de Santiago vacías. La gente ya no se gastaba dinero en los bares caros o para turistas, que para el caso era lo mismo.





Los hosteleros se negaban a perder la plusvalia de las patatas bravas, del zumo de naranja o la infusión digestiva. Y ahí andaban los camareros con los brazos cruzados, esperando pacientes o impacientes los tiempos de bonanza.





Ese día, los diputados de algún partido político daban su apoyo a la huelga desde su escaño en el Congreso micrófono en mano y en el claustro de profesores de un instituto de referencia, ocho de cien profesores secundaron la huelga. Pero el ochenta por cien de esos profesores levantó con ímpetu el brazo para dar su apoyo a la moción en la que se pedía que el dinero de la huelga revertiese en el instituto.






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