13.5.13

¡PASEN Y VEAN!



La primera vez que salí en mitad de la proyección de una película me pareció algo transgresor y combativo. Fue un punto de no retorno y desde entonces, cuando la historia se me hacía insoportable abandonaba la sala sin más contemplaciones. Dejé la butaca cada vez más a menudo y tras escribir varias críticas feroces el periódico decidió cambiarme de página. 
−Carlos, escribe algo sobre la cartelera que tenemos espacio.
Tenemos espacio significaba que algún publicista había dejado de pagar la factura y la página después de pasar por maquetación respiraba y pedía texto. Que yo tuviera que escribir sobre la cartelera significaba que el resto de la redacción iba muy ahogado. 
- A las nueve cerramos la sección. Busca algo.
Me dirigí hacia una de las pocas salas a las que se podía llegar andando, ¡qué demente idea la de abrir cines donde no hay gente! 
Poco le quedaba a la gran pantalla por decirme, estaba convencido. Pero si existía la magia, lo mismo podría disfrutar de una película interesante o simplemente entretenida ahora que tenía el listón tan bajo, y por pedir, pedir…lo que de verdad deseaba era emocionarme. Sentir esa incipiente ilusión aceleró mis pasos hasta llegar frente a la gran taquilla transparente que dejaba ver una joven cabecita.
− Una entrada –le pedí a la chica.
− ¿Para cuál? –dijo mirándome fijamente.
De repente sus dos palabras prendieron la mecha y antes de que yo pudiese decir nada un circulo de fuego rodeaba la ventanilla.  Ella no movió sus largas pestañas y cuando le pareció suficiente mi desconcierto dirigió con un leve gesto su mirada hacia arriba. Del techo colgaban carteles gigantes que anunciaban la programación de las salas y se escuchaba una melodía lejana de platillos y trombones. Escudriñé la colgante cartelera y sentía que la música sonaba cada vez más fuerte, como si la banda de músicos formase fila a mi lado. La chica, contenta con el desfile, puso el micrófono en modo on para que todo el mundo pudiese oírla.
−¿No sabe a qué sala dirigirse caballero? Deje que le presente a nuestras más excepcionales artistas. Mujeres venidas desde los lugares más recónditos del planeta para ofrecerle el mayor espectáculo del mundo. 
La miré perplejo.
−¿Le gustaría sentir el vértigo de la mano de la más audaz de las funambulistas? Venida desde el más gélido frío y una época lejana, ¡la inigualable e inalcanzable Ana Karenina! ¿Quién si no ella, que se arriesgó hasta el límite por amor al conde, podría mostrar un completo dominio en la cuerda floja? La mujer más valiente que jamás haya visto, ¡Ana, la única funambulista capaz de caminar sin red!
Tenía mis dudas de si aquella sería una versión de altura pero la chica de las largas pestañas siguió con la promoción de sus artistas.
−¿O tal vez prefiera el caballero algo menos arriesgado? Le presento en primicia mundial a la excepcional e infatigable malabarista ¡Madame Danièle! Venida desde la ciudad de la luz, la reina indiscutible de los fogones del Elíseo seguro lo dejará boquiabierto. Nadie en el viejo continente poseyó mayor destreza en el dominio de los malabares. Será testigo privilegiado de maravillosos juegos de platos, sartenes y cacerolas. Y en el más difícil todavía: lanzamiento de cuchillos y tenedores. ¡ Danièle la suprême!
Ni harto de buen vino francés entraba en aquella sala. Ella captó de inmediato mi desagrado y prosiguió.
−Deje entonces que le proponga seguir el trepidante movimiento de nuestra bailarina: ¡La negra Tiffany! Desde el otro lado del Atlántico llega para asombro de todos los mortales la infatigable reina del monociclo. La viuda del agente de policía superó su luto moviendo las piernas y ya nunca pudo pararse. No le diré que cruzó en bicicleta el Atlántico. Ja, ja –dijo sin intención de hacerme una gracia y me guiñó un ojo exageradamente−. La energética Tiffany le propone un pedaleo al compás de mambo, rock y tango. ¡Pase y baile caballero, siga el frenético ritmo si puede! 
Deseé salir corriendo pero permanecía paralizado, quizá esperaba una nueva propuesta.
−Y por último, solo apto para los espectadores más atrevidos, un espectáculo cargado de emociones fuertes. ¡Nuestro número más grandioso! Desde lo más lejano de la planicie llega la auténtica, la increíble y osada ¡Norma de la Pampa! la mejor escapista del mundo. La escurridiza Norma huida del mundo del bondage, experta en nudos de pies y manos. Se zafó de las garras de su asesino para intentar cada día librarse de las ocho cadenas que la mantienen sumergida en el fondo del tanque de agua. ¿Quiere verlo con sus propios ojos?
Ojiplático. Realmente estaba sorprendido, no sabía si entrar en la sala, a la carpa o salir de inmediato de mi imaginación desbordada.
−Caballero lo veo a usted muy indeciso y no tengo toda la tarde –me lo dijo como si yo estuviese haciendo algo malo−. ¿Para qué sala quiere la entrada? ¡Vamos! Y sacó un látigo que restalló con furia contra la pared de metacrilato, como si no le importase darme en toda la cara.



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