22.7.15
Código morse
¿Tan difícil era explicar la historia de una mujer de mediana edad que tenía un amante? ¿Tan complicado resultaba plasmar lo aprovechado del hombre sufriente y lo vejado de la amante complaciente?. Se trataba de un ejercicio que no podía abarcar como ejercicio creativo y se alejaba más todavía de la idea original cuando se empeñaba en dar voz a los protagonistas de los libros que leía o mencionar a reconocidos escritores. Era imposible descifrar sus textos pero cualquiera se atrevía a decirle que no tenía ni pajolera idea de ser escritora, de convertir el sufrimiento, el amor, el odio, en palabras que llevaran ese mensaje. Estaba muy lejos, far away... El texto era un vómito y como tal producía rechazo de entrada, saltaba a la vista que había algo gordo en el relato pero de ahí a comprender la historia era como jugar a adivinar los platos del menú antes de que aquella nausea lo ensuciara todo. Sin metáfora alguna: el texto que había escrito era una porquería. Para Chejov (seguía empeñada en meter a otros autores) había que ir quitando con el tiempo todo lo que sobraba de un texto, llegar a lo que uno quiere decir de la manera más sencilla posible. Un hombre casado que se atormenta de la vida que lleva y visita a su joven amante pero sin ninguna pretensión de dejar a su esposa es material de escritura desde que se empezaron a glosar los amoríos de la gente.
Lo que era material comburente era que la mujer viviese en el siglo XXI y sufriese tormentos a sabiendas del contexto en el que se encontraba su hombre. Era marear la perdiz escribir que le compraba la crema que le gustaba, le preparaba un puchero y le comía bien la polla para que se marchase contento y volviera el atún a recalar en la bahía, que dando significado a la metáfora quería decir que el señor volviese dentro de un plazo razonable a visitar a su joven amante. Era una estupidez escribir todo aquello porque era todo paja para llenar páginas y páginas y todas las mujeres sabían lo que eran capaces de hacer cuando alguien les estimulaba los receptores. Lo rematadamente tonto, lo más inverosímil era que esas mujeres tenían el mayor poder de decisión que se les había dado en el globo terráqueo, no tenían que lanzarse a las vías del tren, no se las declaraba intocables, no eran lapidadas y sin embargo, con todo ese poder no sabían disfrutar de sus amantes. En ese mundo nuevo tenían que aprender a dejar, a soltar, a enviar a la mierda, a reírse, a faltar al respeto, incluso las que tenían vocación a educar ¿Quién les iba a enseñar a ellas si no había nada escrito y los escritores se emborrachaban con sus metáforas?
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