Ilustración: Laura Pérez. |
"La curruca es un pájaro inquieto que no forma bandadas". ¿De dónde salía esto? Se le acababa de ocurrir. No, se equivocaba: siempre había estado en su cabeza, y había aprovechado aquella oportunidad para venírsele al pensamiento. La memoria funcionaba de una manera cada vez más fortuita; ella lo había notado. Pensaba que se mente seguía operando con claridad, pero en los momentos de descenso revoloteaban todo género de desechos del pasado. Años atrás en la edad mediana, en la madurez o como se llamase, había tenido una memoria práctica, justificatoria. Por ejemplo recordaba la infancia como una sucesión de incidentes que explicaban por qué ella era la persona que había llegado a ser. Ahora había más resbalones -una cadena de bicicleta que hacía saltar el piñón- y menos transcendencia. O quizás el cerebro te estaba insinuando cosas que no querías saber: que te habías convertido en la persona que eres no por una explicable relación de causa y efecto, por actos de voluntad impuestos sobre las circunstancias, sino por puro albur. Batías las alas durante toda tu vida, pero era el viento quién decidía adónde ibas.
"Inglaterra, Inglaterra". Julian Barnes.
Entonces disfruta del caos mientras te escapas por la tangente...
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