Estimada señorita
Robin,
En relación a su amable petición y pese a las
molestias que se ha tomado en la documentación de mi trayectoria en la vida
pública, lamento comunicarle que no concedo entrevistas. Fue un acuerdo al que
llegamos con el gabinete de prensa para mantener la compostura, postura,
apostura (elija a su gusto) que requiere la institución que represento. Aunque
ahora parezca sensato darme un hilo de voz que añada otra visión a todo este
asunto, le diré que el principal motivo por el que tomamos está decisión es porque
no sé mentir. Así de sencillo y así de complicado.
De manera que no iba a ser capaz de responder
lo que se espera que yo diga, lo que esperan oír los que veneran a mi esposo o
lo que desearían escuchar quienes le aborrecen, y además, justo en este
momento, solo porque alguien ha decidido que él sea la imagen con la que abren
todos los noticiarios.
La verdad, no me importaría hablar con usted un
buen rato, de esa manera relajada en la que fluye una conversación ágil entre
periodista y preguntado, y en la que se va llegando tácitamente a un estado
casi fraterno. Me imagino que no tendría preparadas para mí preguntas
insidiosas, ni molestas, y fantaseo con la estrategia que utilizaría para
abordar el tema en cuestión. Tal vez, me haría una pregunta a bocajarro, sin
más preámbulos, invitando con ella a asestar un buen golpe, o quizá únicamente
iba a permitirse una alusión velada que mostrara una complicidad entre nosotras
(ambas duchas en la materia). En cualquier caso, por original o inesperada que
fuese su pregunta, yo no sabría qué responderle. Este asunto (¡qué socorrido
eufemismo!) de la camarera y mi marido para mí no es noticia. No negaré que
podría haber sido un titular a toda página, pero para eso tendríamos que
remontarnos unos quince años y desde entonces he dormido mucho (¡el sueño obra
de manera tan exquisita!). Recuerdo por aquella época mi descolocado cerebro
suplicando un plus de abrazos de Morfeo…pero hoy la cosa ha cambiado y erigida
en redactora jefe de mi diario esta noticia no tiene espacio, ni media columna
en una página izquierda.
Sin embargo, siempre me siento tentada con
estas peticiones, estoy segura de que no la decepcionaría con mis respuestas,
aunque eso sí, nuestro punto de partida no necesitaría mayor desarrollo que
éste: que algunos hombres rubriquen los días entre las piernas de una mujer
cada vez más niña es algo que me preocupa, pero no me incumbe. Yo no les juzgo
por eso, no tengo tiempo, ¿querría usted hacerlo? Le aconsejo que no le dé
mayor importancia y dirija su pluma y talento a lances más gratificantes.
Con todo, nunca olvido que
sostengo un título y eso me permite vivir una vida en la que me encuentro
sorprendida casi a diario. Ayer, sin ir más lejos, durante mi visita al centro
de genómica tuve la ocasión de que alguien me explicara el significado de una
transposición en el cromosoma veintiuno, entender a aquel estudiante con temblor
de debutante en su primera intervención pública y admirar al profesor emérito
porque le siguen brillando los ojos, ¿no le parece fantástico que
la gente quiera explicarle lo que le resulta importante? La veo levantando las cejas
algo escéptica, pero usted también disfruta con su trabajo y le confesaré que yo
no podría abandonar mi agenda.
¡De acuerdo! Una entrevista con las
emociones de la primera dama no tiene gancho. No vende ergo no interesa. Tendríamos que hablar sin tapujos, pero con
decoro, de la infidelidad y el modo de superarla, algo que pueda interesar a
los lectores de su periódico, entiendo. Entonces, mientras usted va tejiendo su
artículo dando posibles argumentos para superar o abandonar, yo le iría
hablando de los jóvenes que tenemos, estos chicos que en plena madurez sexual
no conciben el engaño porque se apuntaron a la abundancia de relaciones y
anularon sus salidas de espermatozoides como seña de postmodernidad
(¡vasectomizados del siglo XXI animales y razonables!). Aunque bien mirado, si
mi marido hubiese abrazado un ápice de esa doctrina no andaría en vilo por la
aparición de descendencia. Le diré algo más, mientras usted sigue hablando del
efecto negativo de la resignación, ni en las peores pesadillas de estos
muchachos aparecían en el horizonte mujeres que no iban a querer relaciones en
esas ventajosas condiciones, y sin embargo han surgido y al parecer corremos el
peligro de que se hagan legión, o eso pronostican asustados los que habían
apostado por valores seguros, los mismos que reían a carcajadas porque el
onanismo era el buque insignia de nuestros adultos. Se ríe, ahora se ríe
señorita Robin, y no es para menos.
Expiró por hoy mi tiempo propio. Mi
asesor de prensa le mantendrá informado de mis próximos eventos y dejará a su
nombre una entrada para el concierto del próximo jueves en el Liceo, estoy
segura de que sabrá disfrutarlo.
Cordialmente,
Monique
OLE, OLE I OLEEEEE. LA REINA ÉS UNA DIMITRINA..MENYS MAL QUE HO RECONEIX.
ResponderEliminarENHORABONA MARIA...FENOMENAL..