ELPAIS está a la última. Mientas uno va pensando sobre qué puede escribir se adelanta con sus artículos.
Foto de aguasarriba
Cuba todavía sigue siendo un país con dos monedas...
y hasta tres. En la isla conviven tres tipos de monedas, el peso cubano, el peso convertible y el peso chavito explica el joven periodista que se dirige a paso rápido hacia el desfile de celebración del Día Mundial de la Salsa y el Son, lleva camisa blanca, pantalón de pinzas gris y habla como de pasada a las dos extranjeras que andan dando vueltas buscando una oficina de cambio. El peso chavito y la tarjeta telefónica van de la mano. Se trata de la tarjeta para la comunicación internacional en la isla, gratuita para los cubanos. Puede comprarse quincenalmente por veinticinco euros al cambio y lo mejor es que también pueden comprarla él y ofrecerla a los que llegan a la isla. El joven puede comprarla ahora mismo con los euros que tienen las extranjeras en casa de una tal Blanca y puede acompañarlas hasta la puerta de la casa con el taxi que ahora está frenando a su lado. Han tenido suerte porque con el Día Mundial de la Salsa y el Son empiezan tres días de fiesta nacional que paralizan el país e impiden comprar las tarjetas de comunicación internacional para hablar con el resto del mundo. El conductor anda absorto entre el humo negro de los almendrones, sin tener idea del desfile del que hablan pero seguro de que todo estará abierto mañana y los días que le siguen. Como no dice nada tampoco va a levantar la voz cuando el periodista baje del taxi en la próxima esquina, aunque se muestre contrariado porque después de buscar el dinero las chicas decidieron mandar el taxi hacía una oficina de cambio y ya no tienen ningún interés en hablar con sus parientes lejanos por un precio irrisorio y al fin y al cabo son ellas las que pagan la carrera.
"El problema de los cubanos es que ni huyendo de Cuba salimos de la isla"...
Su avión sale el martes por la mañana. Se va de la Habana el martes. Tiene ganas de irse, dice que está muy contaminada y no soporta el humo negro de los autobuses que envían desde otros países en lugar de llevar a los desguaces. Sale de Cuba el martes y volverá a ahorrar para sus próximas vacaciones no sabe dónde. Viene y va. Entra y sale. Ida y vuelta. No puedo ni siquiera imaginarme esa segunda parte. Vuelta. Vine desde el Este, con una boca carnosa, unos ojos verdes, grandes y un pelo trenzado que las vuelve locas. El resto lo ponen el baile y los mojitos. Salgo del malecón mirando un punto fijo en el horizonte. Miro el mar a lo lejos mientras beso sus bocas. Miro el movimiento de las palmeras mientras las abrazo en la piscina del Hotel Nacional. Esa es mi puerta de embarque.
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