31.12.13

Imposible




          Sigo diciendo que quiero escribir porque tengo un modo narrativo que a veces se activa y describe con detalle y gracia lo que veo a mi alrededor, pero muy pocas veces escribo. Casi nunca. Sin embargo, todavía me dicen algunos amigos que escriba, no sé por qué motivo. Material tengo. El material y el modo-N serían buenos ingredientes. En contra de mis deseos pero consentido por mi voluntad, no tengo disciplina, no se urdir tramas,  soy incapaz de hacer uso de la ficción y no sé escribir en otra persona que no sea la primera. 

      Solo que mi manera de ver las cosas ya puede resultar bastante fictonicia (esta palabra sale subrayada, jeje). 
      
     Me río ahora que me liberé de ser escritora. Antes tuve que pasar por la presión de los críticos, la aceptación de los amigos, las entrevistas en televisión en programas y con presentadores influyentes, la creación de mi público, la lucha por el éxito, la búsqueda de editor, la publicación, la distribución, la promoción del libro. Lo peor, los premios de escritura no concedidos siempre y por unanimidad. 

   Abandoné  los cursos de escritura creativa, los talleres de escrito-terapia de grupo. Se terminó atender la lectura de ejercicios bazofia y pronunciar una cuidada soft crítica.  Dejé de leer novelas por imperativo profesional pero... NUNCA HE DEJADO DE COMPRAR CUADERNOS. Eso sí que no. Los tengo ordenados por colores y tamaños, la mayoría en blanco, sin líneas ni cuadrícula. Algunas primeras páginas de muchas posibles novelas, pero que juntas no completan un par de capítulos. Impulsos creativos abortados (oh Gallardón!!!) en estado de mórula. (me encanta este bagaje biológico).

    Parece que es mala idea intentar hacer algo porque un año empieza. "No existe el día 1 ni la posibilidad de meter el tiempo en espacios temporales regulares" dice Munipasote, que vive el mismo día de 52 horas desde que le conozco, (aproximadamente 18 años. En su línea de tiempo regular sabe exactamente cuánto hace que nos conocemos. Lo sé). 

      No pudieron ni siquiera organizar las estaciones, hacer 12 meses iguales, ni siquiera cuatro años iguales. 


Es imposible parece...



19.9.13

NOTAS DE UN CLAUSTRO



     El bar tiene reservada una mesa para profesores pero a la hora de la comida solo están allí el conserje y una de las señoras de la limpieza.  El resto es una mesa larga vacía en un bar sin clientes.
   El conserje no habla durante la comida. Nada. Solo mira ausente y escucha a la camarera y a su compañera como se explican las sesiones de acupuntura a las que se someten. Una para limpiar los riñones y la otra para intentar separar la piel de debajo de axila que se le ha quedado pegada. El punto fuerte de este acupunturero es que cuando tiene las agujas clavadas, porque las gira y eso duele; duele y mucho, pero ese es lo bueno que tiene y si cura...
   La señora lleva un uniforme negro. Su cuerpo es ancho, como una pera si fuese fruta y su cabeza es como una aceituna, efecto que enfatiza un pelo muy fino cortado a lo chico. Sus cejas son cortas, extremadamente finas y marcadas con un rotulador rojizo, debe ser eso que llaman micropigmentación.
   Habla de la vecina que se queja de sus perros, cosa que no se explica porque ella tiene un gallo, una cabra y un burro. Ella que se declara insociable, vive en el monte y allí comparte la calma con la del minizoológico. Pero aún con todo, se atreve a llamarle la atención por lo que ladran los perros al mediodia, justo cuando el gallo deja de cantar, porque ese gallo canta a deshora de lo confundido que anda porque ella enciende la luz en plena noche para tomarse la medicación.
   La misma que habla sin tregua, aparece tras la comida en la sala de profesores para apagar las luces, como solo hay una persona piensa que es un consumo excesivo. Tras el apagón se pone a trabajar en el ordenador, o mira el correo, o busca materiales de insonorización.
   Cuando le preguntan el nombre contesta de mala gana, ella siempre se presenta el primer día pero nunca la recuerdan. Su nombre es Piluca.





13.5.13

¡PASEN Y VEAN!



La primera vez que salí en mitad de la proyección de una película me pareció algo transgresor y combativo. Fue un punto de no retorno y desde entonces, cuando la historia se me hacía insoportable abandonaba la sala sin más contemplaciones. Dejé la butaca cada vez más a menudo y tras escribir varias críticas feroces el periódico decidió cambiarme de página. 
−Carlos, escribe algo sobre la cartelera que tenemos espacio.
Tenemos espacio significaba que algún publicista había dejado de pagar la factura y la página después de pasar por maquetación respiraba y pedía texto. Que yo tuviera que escribir sobre la cartelera significaba que el resto de la redacción iba muy ahogado. 
- A las nueve cerramos la sección. Busca algo.
Me dirigí hacia una de las pocas salas a las que se podía llegar andando, ¡qué demente idea la de abrir cines donde no hay gente! 
Poco le quedaba a la gran pantalla por decirme, estaba convencido. Pero si existía la magia, lo mismo podría disfrutar de una película interesante o simplemente entretenida ahora que tenía el listón tan bajo, y por pedir, pedir…lo que de verdad deseaba era emocionarme. Sentir esa incipiente ilusión aceleró mis pasos hasta llegar frente a la gran taquilla transparente que dejaba ver una joven cabecita.
− Una entrada –le pedí a la chica.
− ¿Para cuál? –dijo mirándome fijamente.
De repente sus dos palabras prendieron la mecha y antes de que yo pudiese decir nada un circulo de fuego rodeaba la ventanilla.  Ella no movió sus largas pestañas y cuando le pareció suficiente mi desconcierto dirigió con un leve gesto su mirada hacia arriba. Del techo colgaban carteles gigantes que anunciaban la programación de las salas y se escuchaba una melodía lejana de platillos y trombones. Escudriñé la colgante cartelera y sentía que la música sonaba cada vez más fuerte, como si la banda de músicos formase fila a mi lado. La chica, contenta con el desfile, puso el micrófono en modo on para que todo el mundo pudiese oírla.
−¿No sabe a qué sala dirigirse caballero? Deje que le presente a nuestras más excepcionales artistas. Mujeres venidas desde los lugares más recónditos del planeta para ofrecerle el mayor espectáculo del mundo. 
La miré perplejo.
−¿Le gustaría sentir el vértigo de la mano de la más audaz de las funambulistas? Venida desde el más gélido frío y una época lejana, ¡la inigualable e inalcanzable Ana Karenina! ¿Quién si no ella, que se arriesgó hasta el límite por amor al conde, podría mostrar un completo dominio en la cuerda floja? La mujer más valiente que jamás haya visto, ¡Ana, la única funambulista capaz de caminar sin red!
Tenía mis dudas de si aquella sería una versión de altura pero la chica de las largas pestañas siguió con la promoción de sus artistas.
−¿O tal vez prefiera el caballero algo menos arriesgado? Le presento en primicia mundial a la excepcional e infatigable malabarista ¡Madame Danièle! Venida desde la ciudad de la luz, la reina indiscutible de los fogones del Elíseo seguro lo dejará boquiabierto. Nadie en el viejo continente poseyó mayor destreza en el dominio de los malabares. Será testigo privilegiado de maravillosos juegos de platos, sartenes y cacerolas. Y en el más difícil todavía: lanzamiento de cuchillos y tenedores. ¡ Danièle la suprême!
Ni harto de buen vino francés entraba en aquella sala. Ella captó de inmediato mi desagrado y prosiguió.
−Deje entonces que le proponga seguir el trepidante movimiento de nuestra bailarina: ¡La negra Tiffany! Desde el otro lado del Atlántico llega para asombro de todos los mortales la infatigable reina del monociclo. La viuda del agente de policía superó su luto moviendo las piernas y ya nunca pudo pararse. No le diré que cruzó en bicicleta el Atlántico. Ja, ja –dijo sin intención de hacerme una gracia y me guiñó un ojo exageradamente−. La energética Tiffany le propone un pedaleo al compás de mambo, rock y tango. ¡Pase y baile caballero, siga el frenético ritmo si puede! 
Deseé salir corriendo pero permanecía paralizado, quizá esperaba una nueva propuesta.
−Y por último, solo apto para los espectadores más atrevidos, un espectáculo cargado de emociones fuertes. ¡Nuestro número más grandioso! Desde lo más lejano de la planicie llega la auténtica, la increíble y osada ¡Norma de la Pampa! la mejor escapista del mundo. La escurridiza Norma huida del mundo del bondage, experta en nudos de pies y manos. Se zafó de las garras de su asesino para intentar cada día librarse de las ocho cadenas que la mantienen sumergida en el fondo del tanque de agua. ¿Quiere verlo con sus propios ojos?
Ojiplático. Realmente estaba sorprendido, no sabía si entrar en la sala, a la carpa o salir de inmediato de mi imaginación desbordada.
−Caballero lo veo a usted muy indeciso y no tengo toda la tarde –me lo dijo como si yo estuviese haciendo algo malo−. ¿Para qué sala quiere la entrada? ¡Vamos! Y sacó un látigo que restalló con furia contra la pared de metacrilato, como si no le importase darme en toda la cara.