27.5.12

Fragmento

 Ilustración: Laura Pérez.
          
                                             
     "La curruca es un pájaro inquieto que no forma bandadas". ¿De dónde salía esto? Se le acababa de ocurrir. No, se equivocaba: siempre había estado en su cabeza, y había aprovechado aquella oportunidad para venírsele al pensamiento. La memoria funcionaba de una manera cada vez más fortuita; ella lo había notado. Pensaba que se mente seguía operando con claridad, pero en los momentos de descenso revoloteaban todo género de desechos del pasado. Años atrás en la edad mediana, en la madurez o como se llamase, había tenido una memoria práctica, justificatoria. Por ejemplo recordaba la infancia como una sucesión de incidentes que explicaban por qué ella era la persona que había llegado a ser. Ahora había más resbalones   -una cadena de bicicleta que hacía saltar el piñón- y menos transcendencia. O quizás el cerebro te estaba insinuando cosas que no querías saber: que te habías convertido en la persona que eres no por una explicable relación de causa y efecto, por actos de voluntad impuestos sobre las circunstancias, sino por puro albur. Batías las alas durante toda tu vida, pero era el viento quién decidía adónde ibas. 

                                                              "Inglaterra, Inglaterra". Julian Barnes.



13.5.12

La entrevista





Estimada señorita Robin,

     En relación a su amable petición y pese a las molestias que se ha tomado en la documentación de mi trayectoria en la vida pública, lamento comunicarle que no concedo entrevistas. Fue un acuerdo al que llegamos con el gabinete de prensa para mantener la compostura, postura, apostura (elija a su gusto) que requiere la institución que represento. Aunque ahora parezca sensato darme un hilo de voz que añada otra visión a todo este asunto, le diré que el principal motivo por el que tomamos está decisión es porque no sé mentir. Así de sencillo y así de complicado.
     De manera que no iba a ser capaz de responder lo que se espera que yo diga, lo que esperan oír los que veneran a mi esposo o lo que desearían escuchar quienes le aborrecen, y además, justo en este momento, solo porque alguien ha decidido que él sea la imagen con la que abren todos los noticiarios.
     La verdad, no me importaría hablar con usted un buen rato, de esa manera relajada en la que fluye una conversación ágil entre periodista y preguntado, y en la que se va llegando tácitamente a un estado casi fraterno. Me imagino que no tendría preparadas para mí preguntas insidiosas, ni molestas, y fantaseo con la estrategia que utilizaría para abordar el tema en cuestión. Tal vez, me haría una pregunta a bocajarro, sin más preámbulos, invitando con ella a asestar un buen golpe, o quizá únicamente iba a permitirse una alusión velada que mostrara una complicidad entre nosotras (ambas duchas en la materia). En cualquier caso, por original o inesperada que fuese su pregunta, yo no sabría qué responderle. Este asunto (¡qué socorrido eufemismo!) de la camarera y mi marido para mí no es noticia. No negaré que podría haber sido un titular a toda página, pero para eso tendríamos que remontarnos unos quince años y desde entonces he dormido mucho (¡el sueño obra de manera tan exquisita!). Recuerdo por aquella época mi descolocado cerebro suplicando un plus de abrazos de Morfeo…pero hoy la cosa ha cambiado y erigida en redactora jefe de mi diario esta noticia no tiene espacio, ni media columna en una página izquierda.
     Sin embargo, siempre me siento tentada con estas peticiones, estoy segura de que no la decepcionaría con mis respuestas, aunque eso sí, nuestro punto de partida no necesitaría mayor desarrollo que éste: que algunos hombres rubriquen los días entre las piernas de una mujer cada vez más niña es algo que me preocupa, pero no me incumbe. Yo no les juzgo por eso, no tengo tiempo, ¿querría usted hacerlo? Le aconsejo que no le dé mayor importancia y dirija su pluma y talento a lances más gratificantes.

Con todo, nunca olvido que sostengo un título y eso me permite vivir una vida en la que me encuentro sorprendida casi a diario. Ayer, sin ir más lejos, durante mi visita al centro de genómica tuve la ocasión de que alguien me explicara el significado de una transposición en el cromosoma veintiuno,  entender a aquel estudiante con temblor de debutante en su primera intervención pública y admirar al profesor emérito porque le siguen brillando los ojos, ¿no le parece fantástico que la gente quiera explicarle lo que le resulta importante? La veo levantando las cejas algo escéptica, pero usted también disfruta con su trabajo y le confesaré que yo no podría abandonar mi agenda.

¡De acuerdo! Una entrevista con las emociones de la primera dama no tiene gancho. No vende ergo no interesa. Tendríamos que hablar sin tapujos, pero con decoro, de la infidelidad y el modo de superarla, algo que pueda interesar a los lectores de su periódico, entiendo. Entonces, mientras usted va tejiendo su artículo dando posibles argumentos para superar o abandonar, yo le iría hablando de los jóvenes que tenemos, estos chicos que en plena madurez sexual no conciben el engaño porque se apuntaron a la abundancia de relaciones y anularon sus salidas de espermatozoides como seña de postmodernidad (¡vasectomizados del siglo XXI animales y razonables!). Aunque bien mirado, si mi marido hubiese abrazado un ápice de esa doctrina no andaría en vilo por la aparición de descendencia. Le diré algo más, mientras usted sigue hablando del efecto negativo de la resignación, ni en las peores pesadillas de estos muchachos aparecían en el horizonte mujeres que no iban a querer relaciones en esas ventajosas condiciones, y sin embargo han surgido y al parecer corremos el peligro de que se hagan legión, o eso pronostican asustados los que habían apostado por valores seguros, los mismos que reían a carcajadas porque el onanismo era el buque insignia de nuestros adultos. Se ríe, ahora se ríe señorita Robin, y no es para menos.
Expiró por hoy mi tiempo propio. Mi asesor de prensa le mantendrá informado de mis próximos eventos y dejará a su nombre una entrada para el concierto del próximo jueves en el Liceo, estoy segura de que sabrá disfrutarlo.

Cordialmente,
Monique


5.4.12

Simpatías







Wislawa Szymborska no es una escritora muy conocida aunque ganó el Nobel de Literatura en 1996. Solo alguien con sentido del humor es capaz de darle por título a su libro "Lecturas no recomendadas" y se presenta al lector de esta manera: "El homo ludens baila, canta, realiza gestos significativos, adopta posturas, se acicala, organiza fiestas y celebra refinadas ceremonias. Para nada desprecio la importancia de estas diversiones: sin ellas, la vida humana pasaría sumida en una monotonía inimaginable y, probablemente la dispersión. Sin embargo, son actividades sobre las que se eleva un mayor o menor tufillo de intrucción colectiva.
El homo ludens con un libro es libre. Al menos, tan libre como él mismo sea capaz de serlo."

Ella fue tan libre como para leer libros sobre los que nunca caían las críticas y escribir lo que le sugerían. A mí me hizo gracia ésta por aquello de que un día quise ser profesora de yoga y por aquello de que me suspendieron al no saber explicar lo que había más allá del yo. En la teoría no estuve muy lucida que digamos pero en la práctica me encargué de dar clases con Petri Raisanen, el de la foto, hasta que dejo de venir a Barcelona porque la Dra. Cuddy lo quiso para sus prácticas personales.







"El Hatha yoga es un método de ejercicios motrices y respiratorios que nació en la India. Si se practica con regularidad (una hora diaria o un cuarto de hora como mínimo) produce, según dicen, resultados milagrosos, siempre y cuando seamos capaces de concentrarnos adecuadamente, es decir, de abstraernos del mundo exterior. El Hatha Yoga nos libera de estados de fatiga y tensiones nerviosas y, a largo plazo, colabora en el desarrollo de la personalidad. Sin embargo, no sirve para todo el mundo, pese a lo que precipidamente promete el título. Aquellas personas que se sienten agotadas, o son muy nerviosas, no tienen tiempo para ejercicios, y aquellas que si lo tienen, seguramente no les afecta el cansancio si son nerviosas. Además el Hatha Yoga no funciona con los escépticos, ya que es a ellos, precisamente, a quienes más les cuesta abstraerse del mundo. Para conseguirlo, es necesaria una cierta predisposición a creer y una pizca de entusiasmo a crédito. El escéptico que ha completado el ejercicio número veinticinco (el llamado Kukkutasana), que consiste en sentarse en el suelo con las piernas ligeramente abiertas, doblar la derecha, sujetarse el pie con las manos y colocarlo debajo de la ingle izquierda, mientras se inserta la mano derecha entre la pantorrilla y el músculo de la pierna doblada, no ha dejado de preguntarse de un modo intolerablemente laico y mundanal: ¿qué diantre estoy haciendo?. A continuación, debe agarrarse la pierna izquierda entre el muslo y la pantorilla izquierdas, acercando el pie tanto como sea posible a la cadera. Junta las manos, que reposaban sobre el suelo, entre las piernas dobladas, une los pulgares e inclina la caja torácica hacia delante, inhalando; y levantándose, debe despejar el cuerpo del suelo de tal forma que únicamente las palmas de las manos descansen sobre él. Y, en esa posición , respirando con normalidad y todavía asido por las garras de la duda, se pregunta si realmente la personalidad saca algo bueno de ese nudo corporal. A continuación, se entera de que el Hatha Yoga es solo un pequeño paso en el camino hacia la perfección, y que esa perfección -según los sabios hindúes- solamente la conseguirá aquel que pierda su Yo individual en el Cosmos. Entonces, el escéptico se enfrenta a una pregunta: ¿tengo realmente algún interés en conseguir eso?. Quizás desee todo lo contrario: no perderse a sí mismo y vivir la vida con su humana individualidad y sus problemáticas consecuencias. Además, en lo tocante a perderse, siempre hay tiempo para eso tras la muerte. Justo en ese mismo instante, el escéptico decide deshacer el nudo del Kukkutasana. Confiemos en que sea capaz de hacerlo sin tener que llamar a Urgencias.

"Hatha Yoga para todos los públicos"



3.4.12

Santiago de Compostela

La víspera estaban las calles y las terrazas de Santiago vacías. La gente ya no se gastaba dinero en los bares caros o para turistas, que para el caso era lo mismo.





Los hosteleros se negaban a perder la plusvalia de las patatas bravas, del zumo de naranja o la infusión digestiva. Y ahí andaban los camareros con los brazos cruzados, esperando pacientes o impacientes los tiempos de bonanza.





Ese día, los diputados de algún partido político daban su apoyo a la huelga desde su escaño en el Congreso micrófono en mano y en el claustro de profesores de un instituto de referencia, ocho de cien profesores secundaron la huelga. Pero el ochenta por cien de esos profesores levantó con ímpetu el brazo para dar su apoyo a la moción en la que se pedía que el dinero de la huelga revertiese en el instituto.






1.2.12