18.3.10

Señales de humo

Mi madre friega las cacerolas en la cocina y de repente lanza un grito que es una orden: “¡Claraaaaaaaa, cierra la ventana que ya están escupiendo mierda esas chimeneas!”. Se pone muy nerviosa cuando ve la invasión de columnas de humo que avanza por el oeste.

La abuela sin embargo, se pasa las horas mirando por la ventana sin ningún miedo. Ella conoce a las nubes por su nombre. A veces le hablan y le cuentan sus intimidades: si llevan agua o granizo, si vendrá viento o amenaza tormenta. Las abuela desde su sillón las ve formarse, crecer y marcharse. Yo ya conozco a "cúmulo", una nube gris y enfadada, y alguna vez he reconocido, a bote pronto, el "estratocúmulo", un pariente cercano, gigante e inofensivo. La abuela mantiene la esperanza de ver un día “mammatus”, la más sofisticada.

Me cuenta que al oeste están las fábricas de nubes y es entonces, cuando mi madre sale furibunda de la cocina con los brazos en jarra y la amenaza diciéndole que ni se le ocurra insinuarme que esa porquería son nubes, sólo faltaría que me dijese que huelen a jabón. “Están hechas de vapor con sulfuro o nitrógeno, envenenadas con cloro. Cubren la ciudad de productos tóxicos y nos traen el sufrimiento a las plantas de oncología y el horror de las matronas tras algún parto”.

La abuela mira fijamente a mamá, como cuando sabes la verdad pero no la quieres decir.

Mi abuelo murió de cáncer y mi madre no entiende de nubes


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