
- ¡Hola! -le saluda una cara que le resulta conocida y le mira como si se conociesen- No he podido evitar fijarme en tus pies. Nunca había coincidido con alguien que también tuviese los dedos pegados.
- ¿Los dedos?…¡ah, ya!. La verdad, no le presto mayor importancia. Pero sí, curioso fenómeno este de la sindactilia –le comenta mientras se contemplan los dedos mutuamente.
- Dicho así parece una enfermedad. En mi casa lo llamábamos tener los pies de pato. Cosas de hermanos, venganzas por ser la que mejor nadaba...
Antes de que el silencio prolongado dé la conversación por terminada le pregunta: ¿Lees sobre flores?.
- Sí, cosas de trabajo. En realidad, me dedico a estudiarlas: soy botánico.
- Vaya, no parece que sea una profesión muy demandada en el siglo veintiuno. ¿Qué hace un botánico cuando le rodea el asfalto?
- Pues…se encierra en un despacho para obtener filogenias.
- ¿Otra enfermedad?
- No. Lo siento…, demasiado acostumbrado a utilizar palabras raras. Busco parentescos entre especies de orquídeas. Las organizo por familias, para entendernos.
- ¿Y una vez organizadas?
- Nada. Puro conocimiento sin aplicaciones prácticas. También raro en el siglo veintiuno.
- Rarísimo, pero sugerente. Mi ginecólogo tiene fotos de orquídeas en su consulta. Unas fotografías preciosas en blanco y negro. Dice que se parecen al sexo femenino –le comenta buscando su corroboración.
- Bueno…no sé…–empieza a ruborizarse y adopta el rol de profesor -, el nombre les viene porque el bulbo tiene forma de testículo. Lo que añadiéndolo a tu teoría nos daría una especie particular de hermafrodita: parecidas a un sexo por debajo y al otro por arriba – sonríe pero ella no le presta atención revolviendo en su bolso.
- ¿Me haces un favor?, ¿puedes hacerme una llamada perdida? Parece que me dejé el teléfono en el asiento. -Él le ofrece perplejo su teléfono, como quien se desarma, y ella marca su número.
- Gracias. Lo suponía…, demasiado tiempo sin que sonara –se cuelga el bolso al hombro mientras le dice: pues nada, me alegro que hayamos coincidido. ¡Cuida esos pies y a la familia!.
¡Cómo vamos de locos con el telefonito!. Un punto de razón no le ha faltado: debo cuidar mis pies, al lado de los suyos parecían simiescos. Por un momento pensé que era capaz de leerme el pensamiento, que adivinaba mí escasa experiencia con las mujeres y que sonreía al verme apurado. Me ruboricé y lo notó seguro. Parecía que sabía todo, ¿para que sirve hoy en día un botánico?. Servir, lo que se dice servir… para andar por caminos buscando plantas y que te falten horas para poder observarlas.