14.12.09

LAGRIMAS DE COCODRILO


La figurita del peatón en verde se mueve. Parece que se mueve. Se consigue este efecto óptico encendiendo y apagando las lucecitas (llámalas LEDs) a una velocidad que el ojo percibe como movimiento.

Miraba el muñequito verde que quiere salir del semáforo y no puede. Tiene cuarenta segundos y nunca no lo consigue. Así pasa los días.

De repente empiezo a llorar. Ni de pena, ni por solidaridad con su causa más que perdida. Las lágrimas me salen involuntariamente del lagrimal. Un descenso brusco de isobaras o alguna compleja asociación del subconsciente, qué sé yo!

El muñeco se ha puesto ahora rojo, quieto, tenso.


Entonces recuerdo que he ido a la farmacia.


-Querría alguna cosa para el ojo, algún colirio... lagrimas artificiales, no sé...


Me expresé mal, porque en verdad quería decirle: “Enséñame todo lo que tengas para humedecer los ojos, desde lágrimas de cocodrilo en monodosis hasta suero fisiológico en garrafas de cinco litros. Ya elegiré yo lo que me convenga según mi criterio”. Pero ante mi incertidumbre la dependienta se creció. Por un momento se creyó doctora en oftalmología y como quien da de comer a los cerdos me dijo:


- VISPRING!!! (que debe ser el producto que mayor rédito le deja en la farmacia).

-Es un colirio?,.. tienes algo de lágrimas? -le digo como el que espera algo más que ese triste repertorio

-Es lo mismo -me responde mientras añade mental, pero claramente, “necia desagradecida”.

-Me parece que las lagrimas sólo humedecen y el colirio lleva algo de medicamento.

Me expresé mal, porque en verdad quería decirle: “Se ve que la Facultad de Farmacia regala las licenciaturas, si es cierto que te llamas Josefina Valero y eres farmacéutica (lo leí en su identificación). Seguro que tampoco ves la diferencia entre un colirio y un enema”.


-Enséñame lo que tienes de lagrimas y/o colirios


Esta vez me expresé bien, pero parece que no le gustan los clientes que vocalizan por cómo dejó las cajas en el mostrador.

Después de tener los productos en el mostrador, me dediqué a leer su composición, parecía que podía distinguir entre la tetrizolina y la nafazolina, entre el hammamelis y la eufrasia.


-Este quiero -le digo decidida.


También aquí me expresé bien, pero tampoco le gustó, por el respingo.


Al llegar al semáforo me quedé observando este muñequito que quiere salir de la cajita y no puede. Tiene cuarenta segundos y vuelve a pseudocaminar. Esta vez me grita:


-¿Quieres pasar ya?


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