25.9.10

Haruki Murakami



Me aproximé a su escritura con la tríada Kafka en la orilla, Tokio blues y Sputnik mi amor. La muestra, es poco significativa, pero pasarán muchos autores antes de que caiga otro libro suyo en mis manos. Este japonés esquivo domina a la perfección el cajón de personajes evanescentes y el de las melodías. Aunque dé pereza, vale la pena escuchar las referencias musicales que salpican profusamente sus textos, herencia que le quedó por regentar un local de jazz en su época universitaria.


Haruki tiene un estante abierto en mi biblioteca por dos motivos: no le rinde pleitesía a Mishima y es un modelo de calidad de vida. Vive entre Japón y Hawai y no se prodiga mucho por librerías, ni televisiones, para promocionar sus novelas. Seguramente, como no le hace falta, prefiere invertir el tiempo en escribir más y entrenar para maratones. Dicen que de madrugada siempre hay una luz encendida en la habitación del Hotel Halekulani donde está trabajando y después baja un rato a correr por la playa. Cuando vi las habitaciones del hotel pensé que en ese sitio se me iban a agolpar las novelas en los dedos y hasta las piernas me pedirían carreras.


Pensando que era el entorno lo que hacía al escritor compré libretas en paquetes de diez, cambié la máquina de escribir por un ordenador de diseño; quise trabajar en una mesa amplía y adquirí una de dos metros, y a punto estuve de firmar una hipoteca. Invertir en una casa en la montaña, en un lugar remoto y con sólo cincuenta habitantes me parecía lo más sensato para que la inspiración me encontrara. Las páginas se mantuvieron siempre vírgenes.


Esta mañana, al salir a dar un paseo por la Albufera, he saludado a un agricultor absorto en sus pensamientos. Sentado en una hamaca, bajo el emparrado de su casita de aperos, el perro a su vera y en sus manos, unos prismáticos que reposaban sobre su pecho. Alzaba la vista y seguía en el horizonte la linea dorada de las espigas de arroz; se acercaba las lentes y seguía el juego del aguilucho lagunero con las bandadas de ánades del Parque Natural colindante.


-¡Muy buenos días -le he dicho- y ni que escribir tiene!




1 comentario:

  1. Las libretas estarán vírgenes, pero el blog echa humo!!!

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