28.8.11

Capítulo final


Aquello no podía considerarse una obra de arte pero el corazón empezó a latirle más fuerte y el cerebro parecía perder su anclaje. La temperatura fresca, los colores suaves, las ventanas limpias...borlas en los cortinajes, cortinajes de seda, seda sin arañas

Se acercó a la ventana de la habitación para tomar perspectiva y al ver el campanario de Giotto supo que aquello era lo más cerca que iba a estar de Stendhal. Había pasado el día paseando por Florencia, había admirado al perfecto David y a la tímida Simonetta y ahora cuando entraba a la habitación de hotel al ver la cenefa que el interiorista había colocado en la pared le sobrevenía de repente el vértigo.

Que el exceso de belleza tenía un efecto sobre el organismo era algo poético pero estaba segura que el contraste jugaba un papel determinante en la aparición del síndrome. Se sentó en el borde de una cama king size y se descalzó sintiendo que la moqueta le hacía cosquillas, descalza, sin tener miedo a que se le pegara la pintura rojiza del suelo o a pisar una araña en un descuido. Entró casi en éxtasis al ver que el baño era una enorme sala, con mármol de Carrara o de un mármol cualquiera, tampoco se había convertido ninguna experta, iluminada profusamente con halógenos a ras del suelo, con juegos de jabones y toallas distribuidas sin necesidad de pedirlas, ni mendigarlas.

No quiso salir a cenar, se excusó diciendo que se le había quitado el hambre que ya estaba cansada de tanta pizza, porque no se atrevió a decir que no cambiaba aquello ni por el más exquisito plato de pasta. Se quedó leyendo hasta la madrugada con un ojo puesto en el aire acondicionado y el otro en la página.

El desayuno quiso tomarlo en la terraza, Cavour ofrecía vistas al Duomo y no iba a desaprovecharlas. Allí se quedó mirando aquella cúpula hipnótica hasta que empezó a sentir el efecto de la ola de calor africano que abrasaba aquellos días Italia y que las avispas italianas también querían compartir su buen desayuno.

Con aquellas temperaturas no iba a poder deambular por las callejuelas buscando cartonerías. Iría caminando despacio, buscando siempre la sombra y bebiendo continuamente agua. Bordearía los jardines de Boboli hasta llegar a la puerta romana donde había dejado aparcado el coche para enfilar enseguida la carretera volterrana.

No le costó más de media hora llegar al camino de cipreses del conde de Poppiano, tomar a la izquierda la destartalada via Ripe, la via sin derecho a pavimento ni alcantarillado. Al llegar al fondo y dejar el viñedo a un lado, reconoció los manteles de hule sobre las mesas de la terraza donde picaban felices los tigres y al entrar en la casa al tiempo que los ojos se acomodaban a la penumbra y ver de nuevo aquella manufactura de sedas decidió que tomaba ya el barco.


5 comentarios:

  1. Mientras existan barcos estamos salvadas.

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  2. Y también añadir que la belleza es de contrastes.

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  3. ...cuestión de contrates.

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  4. Pasaje vacacional, donde la lectura reposa bajo la ciudad que un día fue el centro del mundo. Cenar en Florencia puede ser un momento inolvidable o un acto de fe y no depende del tenedor. Buen texto mejor al principio que al final... lo de la vía Ripe no me suena, ahora la vía Ripa la conozco bien. Salud

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  5. Ultimamente nos tienes abrumadas con tus escritos, no damos abasto...

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