13.5.12

La entrevista





Estimada señorita Robin,

     En relación a su amable petición y pese a las molestias que se ha tomado en la documentación de mi trayectoria en la vida pública, lamento comunicarle que no concedo entrevistas. Fue un acuerdo al que llegamos con el gabinete de prensa para mantener la compostura, postura, apostura (elija a su gusto) que requiere la institución que represento. Aunque ahora parezca sensato darme un hilo de voz que añada otra visión a todo este asunto, le diré que el principal motivo por el que tomamos está decisión es porque no sé mentir. Así de sencillo y así de complicado.
     De manera que no iba a ser capaz de responder lo que se espera que yo diga, lo que esperan oír los que veneran a mi esposo o lo que desearían escuchar quienes le aborrecen, y además, justo en este momento, solo porque alguien ha decidido que él sea la imagen con la que abren todos los noticiarios.
     La verdad, no me importaría hablar con usted un buen rato, de esa manera relajada en la que fluye una conversación ágil entre periodista y preguntado, y en la que se va llegando tácitamente a un estado casi fraterno. Me imagino que no tendría preparadas para mí preguntas insidiosas, ni molestas, y fantaseo con la estrategia que utilizaría para abordar el tema en cuestión. Tal vez, me haría una pregunta a bocajarro, sin más preámbulos, invitando con ella a asestar un buen golpe, o quizá únicamente iba a permitirse una alusión velada que mostrara una complicidad entre nosotras (ambas duchas en la materia). En cualquier caso, por original o inesperada que fuese su pregunta, yo no sabría qué responderle. Este asunto (¡qué socorrido eufemismo!) de la camarera y mi marido para mí no es noticia. No negaré que podría haber sido un titular a toda página, pero para eso tendríamos que remontarnos unos quince años y desde entonces he dormido mucho (¡el sueño obra de manera tan exquisita!). Recuerdo por aquella época mi descolocado cerebro suplicando un plus de abrazos de Morfeo…pero hoy la cosa ha cambiado y erigida en redactora jefe de mi diario esta noticia no tiene espacio, ni media columna en una página izquierda.
     Sin embargo, siempre me siento tentada con estas peticiones, estoy segura de que no la decepcionaría con mis respuestas, aunque eso sí, nuestro punto de partida no necesitaría mayor desarrollo que éste: que algunos hombres rubriquen los días entre las piernas de una mujer cada vez más niña es algo que me preocupa, pero no me incumbe. Yo no les juzgo por eso, no tengo tiempo, ¿querría usted hacerlo? Le aconsejo que no le dé mayor importancia y dirija su pluma y talento a lances más gratificantes.

Con todo, nunca olvido que sostengo un título y eso me permite vivir una vida en la que me encuentro sorprendida casi a diario. Ayer, sin ir más lejos, durante mi visita al centro de genómica tuve la ocasión de que alguien me explicara el significado de una transposición en el cromosoma veintiuno,  entender a aquel estudiante con temblor de debutante en su primera intervención pública y admirar al profesor emérito porque le siguen brillando los ojos, ¿no le parece fantástico que la gente quiera explicarle lo que le resulta importante? La veo levantando las cejas algo escéptica, pero usted también disfruta con su trabajo y le confesaré que yo no podría abandonar mi agenda.

¡De acuerdo! Una entrevista con las emociones de la primera dama no tiene gancho. No vende ergo no interesa. Tendríamos que hablar sin tapujos, pero con decoro, de la infidelidad y el modo de superarla, algo que pueda interesar a los lectores de su periódico, entiendo. Entonces, mientras usted va tejiendo su artículo dando posibles argumentos para superar o abandonar, yo le iría hablando de los jóvenes que tenemos, estos chicos que en plena madurez sexual no conciben el engaño porque se apuntaron a la abundancia de relaciones y anularon sus salidas de espermatozoides como seña de postmodernidad (¡vasectomizados del siglo XXI animales y razonables!). Aunque bien mirado, si mi marido hubiese abrazado un ápice de esa doctrina no andaría en vilo por la aparición de descendencia. Le diré algo más, mientras usted sigue hablando del efecto negativo de la resignación, ni en las peores pesadillas de estos muchachos aparecían en el horizonte mujeres que no iban a querer relaciones en esas ventajosas condiciones, y sin embargo han surgido y al parecer corremos el peligro de que se hagan legión, o eso pronostican asustados los que habían apostado por valores seguros, los mismos que reían a carcajadas porque el onanismo era el buque insignia de nuestros adultos. Se ríe, ahora se ríe señorita Robin, y no es para menos.
Expiró por hoy mi tiempo propio. Mi asesor de prensa le mantendrá informado de mis próximos eventos y dejará a su nombre una entrada para el concierto del próximo jueves en el Liceo, estoy segura de que sabrá disfrutarlo.

Cordialmente,
Monique


1 comentario:

  1. OLE, OLE I OLEEEEE. LA REINA ÉS UNA DIMITRINA..MENYS MAL QUE HO RECONEIX.
    ENHORABONA MARIA...FENOMENAL..

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