5.4.12

Simpatías







Wislawa Szymborska no es una escritora muy conocida aunque ganó el Nobel de Literatura en 1996. Solo alguien con sentido del humor es capaz de darle por título a su libro "Lecturas no recomendadas" y se presenta al lector de esta manera: "El homo ludens baila, canta, realiza gestos significativos, adopta posturas, se acicala, organiza fiestas y celebra refinadas ceremonias. Para nada desprecio la importancia de estas diversiones: sin ellas, la vida humana pasaría sumida en una monotonía inimaginable y, probablemente la dispersión. Sin embargo, son actividades sobre las que se eleva un mayor o menor tufillo de intrucción colectiva.
El homo ludens con un libro es libre. Al menos, tan libre como él mismo sea capaz de serlo."

Ella fue tan libre como para leer libros sobre los que nunca caían las críticas y escribir lo que le sugerían. A mí me hizo gracia ésta por aquello de que un día quise ser profesora de yoga y por aquello de que me suspendieron al no saber explicar lo que había más allá del yo. En la teoría no estuve muy lucida que digamos pero en la práctica me encargué de dar clases con Petri Raisanen, el de la foto, hasta que dejo de venir a Barcelona porque la Dra. Cuddy lo quiso para sus prácticas personales.







"El Hatha yoga es un método de ejercicios motrices y respiratorios que nació en la India. Si se practica con regularidad (una hora diaria o un cuarto de hora como mínimo) produce, según dicen, resultados milagrosos, siempre y cuando seamos capaces de concentrarnos adecuadamente, es decir, de abstraernos del mundo exterior. El Hatha Yoga nos libera de estados de fatiga y tensiones nerviosas y, a largo plazo, colabora en el desarrollo de la personalidad. Sin embargo, no sirve para todo el mundo, pese a lo que precipidamente promete el título. Aquellas personas que se sienten agotadas, o son muy nerviosas, no tienen tiempo para ejercicios, y aquellas que si lo tienen, seguramente no les afecta el cansancio si son nerviosas. Además el Hatha Yoga no funciona con los escépticos, ya que es a ellos, precisamente, a quienes más les cuesta abstraerse del mundo. Para conseguirlo, es necesaria una cierta predisposición a creer y una pizca de entusiasmo a crédito. El escéptico que ha completado el ejercicio número veinticinco (el llamado Kukkutasana), que consiste en sentarse en el suelo con las piernas ligeramente abiertas, doblar la derecha, sujetarse el pie con las manos y colocarlo debajo de la ingle izquierda, mientras se inserta la mano derecha entre la pantorrilla y el músculo de la pierna doblada, no ha dejado de preguntarse de un modo intolerablemente laico y mundanal: ¿qué diantre estoy haciendo?. A continuación, debe agarrarse la pierna izquierda entre el muslo y la pantorilla izquierdas, acercando el pie tanto como sea posible a la cadera. Junta las manos, que reposaban sobre el suelo, entre las piernas dobladas, une los pulgares e inclina la caja torácica hacia delante, inhalando; y levantándose, debe despejar el cuerpo del suelo de tal forma que únicamente las palmas de las manos descansen sobre él. Y, en esa posición , respirando con normalidad y todavía asido por las garras de la duda, se pregunta si realmente la personalidad saca algo bueno de ese nudo corporal. A continuación, se entera de que el Hatha Yoga es solo un pequeño paso en el camino hacia la perfección, y que esa perfección -según los sabios hindúes- solamente la conseguirá aquel que pierda su Yo individual en el Cosmos. Entonces, el escéptico se enfrenta a una pregunta: ¿tengo realmente algún interés en conseguir eso?. Quizás desee todo lo contrario: no perderse a sí mismo y vivir la vida con su humana individualidad y sus problemáticas consecuencias. Además, en lo tocante a perderse, siempre hay tiempo para eso tras la muerte. Justo en ese mismo instante, el escéptico decide deshacer el nudo del Kukkutasana. Confiemos en que sea capaz de hacerlo sin tener que llamar a Urgencias.

"Hatha Yoga para todos los públicos"



2 comentarios:

  1. Yo también bebí de las aguas del Maestro.

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  2. Fue un gran maestro. A mí me enseñó que se uno podía pasar el tiempo dando retiros de yoga en Thailandia, NY, Barcelona y Helsinki. Pero bebí poco y me quedé en las calmadas aguas del funcionariado.

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