Costaba adaptarse a la ausencia de wifi y a la pérdida de datos
en el móvil. Me encontraba irascible y algo triste sin escuchar el pepito
grillo que era siempre mi teléfono. Aquel era un lugar remoto, y no
era más que una playa a la que no llegaban las ondas, solo podía recibir lo que
percibían mis sentidos y lo que mi imaginación alcanzaba. En esa pobreza de estímulos
quise pasar por Camineros, una de
esas multitiendas donde conviven en minúsculo espacio: pan, sandías, protector solar, sombrillas
y periódicos. Me llevé un ejemplar para acompañar el desayuno. Primera página: “Quedan al descubierto millones
de usuarios de una web de contactos
extramatrimoniales”. Treinta y nueve
millones de usuarios en todo el mundo expuestos al público. Listado de infieles.
Todos los datos: nombres, apellidos, ubicación y anotaciones a un lado. Análisis de datos: ordenación alfabética,
diagrama mundial de intensidad infiel, ranking de países adúlteros, ubicación de usuarios
en todo el mundo, cálculo de la distancia desde su lugar de residencia hasta
tu casa, en coche, a pie o transporte público. Zoom-in y pinchada sobre el
mapa, como el felpudo de la puerta de entrada, están sus preferencias, “solo si te
gustan los cachetes” decía alguna.
El FBI ha tomado cartas en el asunto porque han empezado
extorsiones, chantajes y suicidios. Hay una recompensa para la captura del pirata
aunque no se comenta nada del precio de su cabeza. Pensé en su cabeza, pensé en
su cara, su garfio y el navío que tripulaba. Cómo sería su bandera, a buen
seguro tendría unos cuernos por calavera. Ese pirata que llaman por su bravura
el temido en todo el mar conocido del uno al otro confín… De repente, me sentí
observaba, no había nadie en la terraza y solo yo tomaba el café frente al mar,
sentí que alguien me escrutaba desde lejos, me colocaba en el centro de su campo de
visión como una diana. Allá en la línea del horizonte el pirata me observaba con su catalejo. Lo mismo que conocía el nombre de los millones de infieles, sabía el
nombre de quienes ni siquiera se atrevían a mencionarlos. Miré al horizonte, lo miré fijamente y pensé:
Es verdad, nunca supe gestionarlo, la visión de ese mundo de relaciones con
terceros y cuartos me sacaba de quicio, nunca pude verlo con los ojos de una aventura, para
mí fue siempre engaño o la expresión de
la cobardía. Una base de datos era mi sueño, ese y que después de su publicación todos los infieles fuesen expulsados de sus casas sin dar explicaciones. Les pondrían algunas pertenencias en una mochila y los mandarían a rodar sin descanso
fuera del espacio Schengen. Se levantarían vallas con concertinas en las terrazas para evitar que las hordas de aventureros pudieran volver a casa a perder su corto tiempo de vida. Bueno, bueno, estamos de vacaciones ¿Por qué tomarlo tan a la tremenda?, también podía ocurrir lo contrario, una nueva concepción de las relaciones y el mundo, un deseo de la relación arcana con cada relación iniciada, un acercarse a la aventura para la exaltación de lo conocido. Un tiempo nuevo muy humano algo que los estudiosos llamarían el postrenacimiento.
En ese bucle del pensamiento estaba cuando me
pareció ver el vaivén de una medusa llegando a la arena, algo que brillaba como un
espejo. Me levanté y esperé a que alcanzara
la orilla. Sabía que la botella era suya y traía un mensaje firmado de su puño
y letra:
Déjate de movimientos artísticos y busca el tesoro
Robin Love
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